lunes, 19 de abril de 2010

AQUEL LABORATORIO DE SUEÑOS
El artista José Ramón Sánchez en la E.S.A “Neptalí Rincón”


“Alguna vez, en alguna noche y entre la superficie de la silente alba por donde franqueaba un profuso borrador apareció una redonda mancha negra con la trompa de un elefante obsidiano, briosa, ardiente, desenredándose con espantoso amor”

José Ramón Sánchez.



“Si tú tienes un perro, y lo sacas todas las noches de la casa para que mire la luna y las estrellas, ESO ES ARTE”
Con el fuego de esa imprevista metáfora José Ramón resumía en animada tertulia entre amigos su actitud ante la vida y el arte...
y es que para él, arte y vida se amalgaman como los cuerpos voluptuosos de una misma materia donde se conjugan los metales blandos de los gestos cotidianos, de los retos y las pequeñas alegrías del día a día. De esta actitud sostenida dan cuenta sus obras.

Conocí a José Ramón en Febrero del año 1994, cuando estudiaba la carrera de Artes Visuales, mención Arte Puro, en la Escuela Superior de Arte “Neptalí Rincón” (Maracaibo, Venezuela). Se acercó al taller de pintura, donde trabajaba en la soledad de las primeras horas de la tarde, antes de comenzar la clase. Le llamó la atención “la muchacha echando pintura” según me diría luego. Minutos antes había observado con su curioso ojo surrealista por una de las pequeñas ventanas de la puerta de doble ala, escudriñando entre el humo denso que exhalan el óleo y el trazo temblorosamente audaz de quien apenas se inicia en los ritos de la creación. Como lo diría el mismo José Ramón: “Es evidente cuando se es joven que la frescura es el único abrigo del cuerpo para comunicar. Uno siente la necesidad de tocarse las fibras para sentirse libre de la indiferencia. Se sube a la silla, de la silla a la mesa y de la mesa con los dedos del pie se hala el cordón de la lámpara, tan sólo para sentir el calor”6

José Ramón Sánchez. El Arca de Noé, 1975-1984


Cautelosamente se paró a mi lado observando con atención cada uno de los movimientos de mis manos. Me detuve un poco incomoda para preguntarle si buscaba a alguien y con cautela me respondió con otra pregunta, si podía permanecer en el salón le dije; ¡claro, no hay problema!. Desde ese momento comenzó una conversación que oscilaba en la plataforma que lleva de lo inmediato al sueño y así estuvimos largo rato hablando sobre mi trabajo y de las reminiscencias de un Roberto Matta o un Wilfredo Lam que encontraba prendidas en el cuadro que aquella tarde me abstraía de la realidad . Más tarde al calor de las palabras me contaba de sus primeros contactos con París en los años 60 cuando se fue sin recursos económicos pero con una fe incorruptible para ingresar más tarde como alumno de la Ecole des Beaux Arts recalcándome con energía la necesidad de asumir riesgos, de aventurarse y tener confianza en las propias fuerzas vitales y no depender de las ayudas oficiales.

A partir de aquella tarde, se gestó una amistad profunda entre ambos, y esa amistad enriqueció mi proceso como artista y como ser humano. Porque José Ramón Sánchez tan reservado a veces y otras sencillamente crítico y contestatario, guarda amorosamente para cada uno de sus afectos una estrella mitad- diamante, mitad- oro que entrega con desprendimiento cuando es preciso...

A partir de allí también, se generó una nutritiva relación con el grupo que en aquel entonces formaba la clase de pintura con el artista Edgar Petit y del cual yo hacía parte. Asumimos poco a poco a José Ramón como el crítico irreversible que no por ser además el amigo deja de hundir la piel al rojo vivo cuando el proceso creativo se afloja o cae en el formulismo fácil.

José Ramón Sánchez. Carte géographique et culturel de la vie catastrophique, 1985


Éramos un grupo reducido que crecía en la estatura del sueño, donde entre otros se contaban Leonardo Ávila, Beatriz del Busto, Ángel Daniel Gutiérrez, Luis Urdaneta, Hilda Inglessis...
Las tardes transcurrían en un “Laboratorio de los sueños del mediodía”, como bautizamos esas sesiones de clase para quitarles el polvo amenazante de la rutina y desde allí proyectar las ramas de un árbol común.

Al finalizar cada sesión, las obras eran colocadas frente al grupo como banderas al viento para un análisis plástico mediante la lectura de cada una de ellas.
Cada alumno hablaba de su vivencia con el trabajo, del manejo técnico y compositivo en la obra realizada, luego se sucedían las opiniones de todos sobre los procesos individuales .

Finalmente el artista Edgar Petit, como profesor de la cátedra de pintura tomaba la palabra para exponer puntos clave, haciendo las sugerencias pertinentes en relación con aspectos formales y contenidos expresados en cada trabajo, señalando las limitaciones o progresos . De él diría poéticamente José Ramón Sánchez, en el texto, de mi primera exposición individual “En la piel de la tierra” : “...afecto, conocimiento, humilde cofrade, cohorte y consorcio. Todo esto para sus jóvenes amigos y discípulos”.Porque siempre sería Edgar Petit para el grupo como el motor que impulsaba los ideales y el atrevimiento.

El mismo Petit escribiría dos años después en el catálogo de nuestra exposición de final de la carrera de Artes Visuales: “En eso hemos estado, intercambiándonos sueños, practicando el trueque de lo de cada quien para los demás, aprendiendo los unos de los otros, borrando la mayoría de las veces la frontera del discípulo y el docente. En eso hemos estado, digo, jugando con fuego, quemándonos en más de una oportunidad, fraguando las armas y las almas para esta deliciosa liturgia, para esta batalla interminable por mostrar nuestros huesos y venas dejando viva constancia de lo que somos”1 .

En todo momento, después de la jornada, algo palpitante que nadie intentaba definir se iba formando en cada uno.

José Ramón Sánchez. Cónsul analfabeto en misión amazónica, 1988


En muchas ocasiones el taller de pintura se vio colmado por la presencia de público perteneciente a otros talleres de la Neptalí que acudían a ver las obras como en un pequeño espectáculo de magia; entre estos José Ramón destacaba por la puntualidad de sus observaciones y la aguja imantada de sus críticas, José Ramón no perdona, no dice cosas bonitas para que te sientas bien ni adorna sus críticas bordándolas compasivamente, simplemente dice lo que siente al observar una obra (¡ al menos ya me acostumbre!) para él existe el público (son los que ven superficialmente) y el observador (quien se toma el trabajo de escudriñar) y por supuesto el es un agudo observador, aún cuando siempre ha puntualizado que no le gusta “aconsejar” en relación con el trabajo plástico de los artistas y menos aún cuando son muy jóvenes y tienen una pureza aún incontaminada (en lo personal pienso que cuando hablas de arte con José Ramón muchas veces debes desenmarañar su “hilo expedicionario”2 para entresacar del ovillo el corazón del acertijo y ponerlo a prueba), no obstante, siempre alimentaba en nuestro grupo un fuerte deseo de entrar por el ojo de la aguja para dibujar el rostro de lo impredecible y lo hermoso.

Ya en 1965, José Ramón Sánchez había tenido un primer contacto con la E.S.A “Neptalí Rincón”.Venía de Francia donde había conocido a André Bretón, adalid de los surrealistas y de una estancia en Holanda, habiendo trabajado intensamente en sus “Cajas Maldorreanas”3 y posteriormente con la cándida figura de las cebollas 4. Arribó a Venezuela en ese año y estuvo varios meses como profesor de pintura de la Neptalí, sólo que entonces, según sus palabras no existía un Pensum en la escuela y había desorganización en cuanto a los horarios de los profesores todo lo cual motivó su corta estadía. Sin embargo, casi treinta años después, a un año de su regreso de estados unidos donde vivió (por segunda vez) entre Nueva York y San Francisco, se acercaba nuevamente a la “Neptalí Rincón”, esta vez para colocarse en la posición del observador curioso de esos que sólo hablan para emitir un sonido contundente.

José Ramón Sánchez. Vieja, fea pero fiel, 1999-2000


Para nosotros; los integrantes de aquel “Laboratorio de los sueños del mediodía”, el artista José Ramón Sánchez representaba un libro abierto por el cual podíamos andar descalzos recogiendo flores. Sus voces poéticas y gestos pausados o nerviosos nos comunicaban tanto como el imbricado mundo de sus obras relatadas por una surrealista máquina de coser.

Él, alquimista y oficiante de la liturgia de los materiales más inverosímiles y mágicos nos impregnó con sus arabescos, con su pulso dislocado o cuidadoso.

Hoy en día reconozco ese pulso común entre quienes hemos tocado el plumaje de pájaro que viste José Ramón, y si eso es lo que llaman influencia , entonces la definiría como” una capacidad de asombro y reconocimiento en el corazón del otro para encontrar esa lava interna y esencial siempre en movimiento y, esperar pacientemente a que germine en uno mismo...”

José Ramón Sánchez. Los fantasmas del estanque vivo (detalle), 1997-2002

Aún para algunos de los miembros de aquel grupo, nuestro contacto con ese alquimista de sueños que es José Ramón Sánchez se mantiene vigente, seguimos precisando de su poesía blanda como algodón o dura como el acero.

Doce años después de ese primer encuentro con José Ramón, recibí el filoso encargo de escribir sobre este artista que me honra con su amistad, y como se que José Ramón tiene fama de difícil para exponerse o figurar en publicaciones, me apresté a conseguir su aprobación y en una mañana calurosa hace poco, me trasladé hasta Sabaneta de Palmas (Municipio Miranda) sector donde vive actualmente frente a una hermosa playa, escuchando el romper de las olas y tostándose la piel para conseguir los restos de esas maderas desgastadas que el agua devuelve cantando, y así integrarlas en sus obras.

En el portón principal de la casa fui recibida por Médium, el perro que tiene consigo desde hace varios meses y el cual asegura jocosamente que interviene a veces en sus obras (¿será Médium un asiduo observador de la luna?).
Luego, vi aparecer por la puerta la figura de hilos de José Ramón, y después de saludarnos me llevó sin más en un recorrido alucinante por la casa-taller…
En cada una de las habitaciones la madera se asomaba saludando en personajes de fábula construidos con pureza o en estructuras de gran plasticidad, casi parlantes por la expresividad contenida en ellas. Al rato, nos sentamos a conversar en el patio de la casa aspirando la brisa llena de sal y evocaciones, con “Médium” muy cerca apostado como un guardián, yo diría que hasta seguía nuestra conversación...

Sin percatarme de ello, había dejado dentro de la casa la libreta y la cámara que llevaba conmigo aquella mañana, pero entendía que bastaba con remover los ojos de la memoria y escribir en el aire.

Sin más le dije a José Ramón: vengo como una “Cónsul analfabeta en misión amazónica”5 . Y mi misión fue aprobada.

Hoy, cuando escribo estas líneas, cuando intento calibrar los alcances del paso de José Ramón por aquel laboratorio de sueños y por la sensibilidad de quienes seguimos siendo sus amigos, me parece escucharlo parafrasear nuevamente1 al poeta mejicano Sergio Monzón:

No te fíes
al filo de los besos
los años pasan
muy de prisa *

Y sonriendo con un gesto muy suyo entre la bondad y la ironía lo veo montarse en su corcel de sueños.

José Ramón Sánchez. Autoretrato mirando las estrellas, 2001


1 Tomado de “Carta abierta para cuatro amigos después de cuatro años de jugar con fuego”. Edgar Petit. Catálogo de la exposición “Laboratorio de los sueños del mediodía” (1996)

2 Existe una obra de José Ramón Sánchez que lleva por título: “El hilo expedicionario y la invisible pianista embarazada” (1988-1996)

3 Maldoror, el personaje de los cantos del Conde de Lautréamont y figura emblemática del mal, inspira la creación de estas obras que el artista denomina Cajas Maldorreanas. Tomado de: José Ramón Sánchez. “Los fantasmas desde el estanque vivo”. Ensayo de Susana Benko. Pág. 12. (2002).

4 En su “Segunda Declaración” (Nueva York, Enero 2002) José Ramón Sánchez manifiesta: Este período de Cajas Mecánicas al que le di por nombre Maldorreana, fue sucedido por otro de imágenes circulares, inspirados en un viaje por Holanda en el 1963, Lugar donde me tocó trabajar en una fábrica lavando cebollas; etapa voluptuosa y cándida que por su liturgia me iniciaría años más tarde en la diagramación pasional de la geometría simbólica y racional. Tomado de: “Los fantasmas desde el estanque vivo”. Pág. 65. (2002).

5 “Cónsul analfabeto en misión amazónica” Es una obra de José Ramón Sánchez de 1988

* Verso tomado de la “Cuarta Declaración”. (Los Puertos de Altagracia, Julio 2002) de José Ramón Sánchez. “Los fantasmas desde el estanque vivo”. Pág. 6. (2002)

6 Del texto: SE VIVE COMO UN PAN DORMIDO. Un recuerdo de André Bretón.

Nota importante: El presente ensayo fue escrito en el año 2006 para una revista de arte de la Escuela superior de Arte Neptalí Rincón que se quedó en proyecto. Lo presento ahora con pocas modificaciones de forma y contenido.

2 comentarios:

María José Quintero dijo...

Maira que hermoso está tu blog! que bien presentado y completo, felicidades y ahora ya sabes, el segundo paso!

Suerte!

María José Quintero dijo...

Hi! este es mi blog: http://mirandopormisventanas.blogspot.com/